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domingo, 2 de marzo de 2014

Corrían tiempos navideños

Corrían tiempos navideños
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Antes de que me alcance la muerte, me gustaría dejar escrita una de las tantas historias que marcaron mi vida. Era la época de navidad cuando esto ocurrió. Yo vivía por aquel entonces en un pueblo donde el frío del invierno sazonaba las calles de nieve. En aquella época era joven y sano.  En realidad, con el paso del tiempo he descubierto que la juventud, si se quiere, no se pierde. Ahora mis músculos ya no son tan fuertes como antes y mi salud no es tan buena, pero mi mente sigue estando fresca. No hacía mucho que vivía en este pueblo. Me encontré con él en uno de mis viajes de mochilero que solía hacer en lo que llaman el periodo de edad de la adolescencia. Me pareció un sitio precioso para pasar el invierno y me quedé allí trabajando en una granja que había en las afueras. A penas conocía a la gente del pueblo y ellos apenas sabían nada de mi. En realidad eso me gustaba, era un chico solitario que prefría la compañía de un buen libro y un fuego que calentase. Mis días solían ser parecidos y solían tener un rutina establecida. Todas las mañanas me levantaba temprano, desayunaba, hacía mis ejercicios y después iba a la granja a hacer mis labores.
Al terminar las tareas me cambiaba de ropa y salía a correr por el bosque que rodeaba la granja. Disfrutaba del paisaje, tomaba aire fresco y volvía corriendo a casa. Comía y me quedaba en el sofá leyendo. Cuando llegaba cierta hora acudía de nuevo a la granja, trabajaba y volvía a casa. Me duchaba y me metía en la cama. Así solía suceder mis días y a pesar de que la vida rutinaria no fuese conmigo, este estilo de vida concreto me encantaba. Sabía que cuando llegase el tiempo cálido de la primavera volvería a rellenar mi mochila y me iría a conocer más mundo. Por aquel entonces tan solo quería fortalecer mi cuerpo y mi mente. 

Sin embargo ese pueblo tenía algo guardado para mi. Como otro día más salí a correr por el bosque que rodeaba la granja de animales. Estaba corriendo por los caminos nevados, rodeado de arboles y grandes rocas cuando comencé a fijarme que en las piedras y en los troncos más viejos habían signos escritos. Detuve mi marcha cuando vi el primer grupo de garabatos. Me acerqué y vi que eran una flechas que indicaba una dirección. Habían otros dibujos que no sabría muy bien como explicar, pero jamás antes los había visto. Marcaba la dirección en la que yo solía avanzar, asique continué corriendo y pensando que querrían decir esas encriptaciones. Al cabo de unos cuantos metros volví a toparme con otro grupo de dibujos y letras. En estos pude leer las palabras "detente, para, observa y luego vuelve a avanzar" No se por qué pero me parecía algo muy inquietante, antes no había visto nada de eso. Había pasado muchas veces, pero no me había fijado. Es normal, porque estaban muy ocultos entre la maleza. Supongo que tendrías que pasar por ahí muchas veces para poderdarte cuenta. El caso es que me quedé observando a mi alrededor como la roca decía. El silencio invadió todo el espacio en el que me encontraba. Vi que había un pequeño camino que ascendía por la ladera de una de las montañas del bosque. Era estrecho y con un poco de pendiente. Me acerqué y pude ver que ahí habían otros dibujos. Quité con mis manos las plantas que tapaban la roca y pude leer algo parecido a "Solo a quien sea rápido, solo a quien disfrute del camino, solo  a quien no se rinda hasta no alcanzar la meta..." Otros dibujos aparecían en medio de la frase y luego acababa "Solo a esa persona le daré todo lo que fue mio."

Entonces me que quedé mirando hacía lo alto del camino y un escalofrío me sacudió todo el cuerpo. Tenía que ascender, eso estaba claro. Así que eso hice. Me puse a correr y a correr hacía arriba. En el sendero había flechas por todas partes que estaban guiando mi ruta. Yo solo tenía que seguirlas y no parar de correr. Me empecé a poner nervioso porque quería ver en que desenlazaría esta curiosa historia que parecía sacada de un cuento de hadas. Hasta que finalmente las palabras "detente, observa y disfruta" aparecieron delante de mi. Ante mi se habría un gran claro desde donde podía ver uno de los paisajes más bonitos que jamás haya visto. Había llegado a un lugar muy hermoso. Quizás el lugar más hermosos de aquel pueblo. Alguien quiso que yo estuviera ahí, empapando mis sentidos de placer. Pero había más. Vi de nuevo una flecha. La más bonita que hasta ahora había visto. Estaba talla en el tronco de un gran árbol y apuntaba hacía el suelo. Comencé a quitar la nieve que se había amontonado durante el invierno y encontré un cofre de madera. Era idéntico al que cualquier persona se imaginase cuando le cuentan historias de piratas. Lo abrí y dentro había una carta. La saqué del cofre y en aquel idílico lugar comencé a leerla. Estaba escrita a mano y era una letra muy bonita. En ella decía que era una persona que no había tenido descendencia y que su herencia quería dársela a quien hubiese seguido sus pasos. En la carta también había un documento formal firmado por esta persona en el que daba autorización de cobrar su herencia a quien pusiese su propio nombre y su firma. Me quedé contemplando aquellas maravillosas vistas con la carta en la mano y con un gran sonrisa. 

Este fue el regalo de navidad más inesperado que he tenido nunca. Aquel día aprendí que las personas dejan estelas de vida que pueden llevarnos a ellas. Desprenden un chorro de energía que puede atraernos y mostrarnos el lado maravilloso de la vida. Yo, mientras corría por aquel estrecho sendero, estaba desprendiendo mi estela, cada vez que corro o avanzo lo hago. Así que espero que alguien lo haya seguido alguna vez y le haya hecho muy feliz.